martes, 1 de mayo de 2012

LAS FLORES NEGRAS


   Todos tenemos nuestra casa donde ocultarnos y nuestro jardín donde lucirnos. No sólo para que nosotros lo veamos bonito; sino para que los demás lo admiren. Buscamos  del sol, su energía luminosa: la clorofila lo ansía y forma la fotosíntesis. Nos fascinamos al ver la hermosura de las plantas balanceadas por un viento ligero en consonancia con el brillo del sol descubriendo su encanto: contemplamos la vida.
   Nosotros percibimos el paisaje desde nuestra ventana. ¿Pero que sucedería si un día nos asomamos y no hay sol? El paisaje sigue ahí, pero oscuro y desnutrido. La belleza que nos mostraba el sol ahora es imperceptible y despunta nuestra calma suplicándole al cielo la luz gratuita para poder amamantarnos de sublimidad.
   Aguzamos nuestros sentidos para ver sin la luz, pero cuesta…En lo alto de la casa hay una gárgola que nos observa girando la cabeza a nuestro paso. El estetoscopio de lo sensible nos avisa de que las pulsaciones se disparan; las mariposas han sido sustituidas por pájaros de mal agüero que se posan en las ramas monocromáticas. El arrogante y travieso destino se frota los ojos frente al cristal que lo refleja: necesita calor.       
   Y pensamos....
  
   Te esperaré sentado; pues me cansé de hacerlo de pie, esperando también al sol que te llevaste y al tiempo olvidado invisible sin resplandores. La lluvia ha caído, la luna ha brillado y en mi jardín oscuro han brotado unas flores negras, en consonancia con el vergel. Igual de bonito aunque más triste; igual de frondoso aunque no tan verdoso y con flores a miles…
   ¿Y quién ha dicho y por qué que en la oscuridad  y en la tristeza de la noche no puede un jardín crecer? Bello. Flores  con lágrimas regadas, bajo el frio calor de la luna llena. Y saldré de la casa para fundirme con las plantas, creciendo, junto al brotar de mi jardín donde el cantar de la vida fue silenciado por el pausado y vigilante ulular de los búhos.
   Y ahora, silban  las manos del viento al arrullar las flores de la memoria; y suenan antiguas canciones con pétalos de sueños esparcidos, sumergidos en la arena de los relojes, cuando la policromía comenzaba a perder intensidad con los primeros desengaños.
   Se fue el sol sí, pero salió la luna para mostrar la realidad de manera más sobria y sombría. E intentando enfocar otra vez y tanteando roer pedazos de felicidad del cepo de tu jardín, me quedé dormido soñando con lo que no fue….
   Y ahora; intentando ver belleza en la tristeza; intentando ver dulzura en la penumbra: intentaré ver a oscuras. Flores enlutadas de pétalos que quisieron ser alas y no pudieron volar por las raíces del suelo. Como una mariposa sabiamente infausta que observa su pasado de oruga colorida e inocente.
   Dicen que el color blanco es la suma de todos los colores y que el negro es la ausencia de color, pero esta hierba oscura en la que permanezco tumbado, ornamenta y acompaña  el olor de la tristeza y belleza de las flores negras.
   Y mi mirar brillará al observar el encanto que guarda la opacidad, como los ojos del gato que ven en la oscuridad….

miércoles, 29 de febrero de 2012

PRISIONERO DEL TIEMPO

   
  
 Ya desde pequeño sintió atracción por los relojes, más concretamente por uno. Su primer reloj se lo regalaron con tan solo ocho años; era un reloj mecánico, no era muy preciso y retrasaba pero él lo miraba absorto constantemente: su marca, cómo se movían los minuteros y segunderos, el sonido que hacía cuando todo quedaba en silencio, el cambio de color que obtenía su esfera cuando le daba la luz del sol…los colores verde, azul y amarillo correteaban por aquella esfera sorteando las agujas. Podría decirse que era su mayor tesoro, aunque lo que más llegaría a maravillarle es que aquel dije también servía para calibrar momentos.
   La forma tan elegante de indicar el transcurso de un segundo le hacía meditar cuando observaba aquella pequeña joya,de la cual, se sentía afortunado por poseer. Sostenía en sus manos el mayor invento realizado por el hombre, nunca algo tan pequeño podía contener tanto: belleza exterior y maquinaria calculadora interior. Tenía el conocimiento del transcurrir del tiempo y solía jugar a mirar el reloj y decir: -ahora estoy aquí. –Y dejar pasar un lapso, un día y a veces años, volver a recordar el periodo inicial y pensar:-Y ahora estoy aquí.                   


   Era evidente que el tiempo pasaba y así vio él pasar su infancia entre diversos relojes; sus maravillas; sus amigos; sus juguetes: su todo, nunca se cansaba de mirarlos, observarlos y examinarlos y nunca eran suficientes.
   Cuando se hizo adulto todas las carencias de su vida las compensaba con la gran colección de narradores del tiempo, todos relataban la misma historia, aunque de diferente manera contada. Aquella compilación no sólo disponía de relojes de pulsera( analógicos y digitales, mecánicos de cuerda, pulso o de pila), también contaba con relojes de arena, relojes de pared, relojes de sol, cronómetros, relojes de bolsillo, relojes japoneses, relojes cucú, relojes de salón, clepsidras o relojes de agua etc. En cada viaje  compraba uno o varios relojes de distintas partes del mundo para hacer su colección más completa.

   Algunos dicen que  terminó enloqueciendo; otros que nunca regresó de uno de sus viajes, pero lo cierto es que un buen día se obstinó en la idea de, de alguna manera, congelar el tiempo; estuvo dándole vueltas a esa ocurrencia varios años hasta que finalmente llegó por si mismo a tener la certeza de su disparate.
    Pensaba constantemente en el paso del tiempo, desde niño y al cabo de los años se convirtió en obsesión; intentaba recordar sucesos y se daba cuenta de que nada tenía sentido, lo que había pasado no existía, lo que estaba pasando dejaría de existir y lo que estaba por suceder algún día transitaría . Los recuerdos y la memoria(fotogramas absurdos que se distorsionan) son un mecanismo de defensa que tiene el ser humano válido para el aprendizaje y/o  el  soslayar reincidir en  errores ( aunque falla), el tiempo realmente sólo existía porque era calculado: el aparato que servía para medirlo  era quien le confería poder  y le dotaba de vida: el tiempo se hacía más fuerte con los sonidos de los relojes en movimiento que bordeaban el planeta.
   Y así es como poco a poco, igual que personificaba a sus relojes, empezó a personificar al protagonista de sus mediciones y fue llegando a la conclusión de que podría engañar al tiempo. Y quien mejor que él, que era admirador y ya  empezaba a escuchar sus estertores a modo de ventisca arrasadora.
     Se le ocurrió ir a su casa del pantano y llevarse allí todos sus relojes (la terea le llevó varios días), actuar como el tiempo (con pasividad), y así, oculto entre sus medidores, éste no notaría su presencia y no lo reconocería con tan buen camuflaje. Y allí permaneció sentado en su tresillo, inmóvil, escuchando aquella coiné de tic-tacs, concentrado en el mimetismo, en la amalgama, acompañado de sus más íntimos fetiches vivos, escuchando el monólogo de cada uno.

    Sabía en cada momento la hora que era, el minuto exacto, el segundo; si cerraba los ojos aun lo sabía (podía sentir el mecanismo de engranajes en su interior); si daba alguna cabezada, nada más despertar lo sabía sin abrir los ojos. Empezó a notar su propio mecanismo interior (sus ojos eran cristal, sus manos manecillas, su cabeza bisel, su nariz era corona, su corazón mainspring, su cabeza era caso), él era uno más entre ellos, el tiempo no vendría a buscarlo allí. Cuando quiso darse cuenta se había convertido en un reloj( al menos en su mente, pero para él la realidad era la de su mente no la del mundo exterior). Y dejó de pensar, sólo escuchaba su tic-tac interno y las acompasadas melodías de sus compañeros de coro. Y  como los relojes no comen; no sienten;  no duermen, sólo funcionan, permaneció impasible, sentado en silencio entre tanta belleza visual y acústica, sintiéndose uno más. Y allí se quedó sentado, sin hacer nada, sólo funcionando, sólo sabiendo la hora; como la sabían sus sincronizados camaradas, escuchando su murmullo, sintiéndose tiempo….
   Y yo pude ver como terminaba aquello, y como fue terminando poco a poco para todos nosotros, congelándose el tiempo con cada aguja parada; y sin embargo, yo le hubiera concedido su deseo y me hubiera cambiado por él, sin dudarlo, sin dudarlo ni un segundo…ni un segundo de mi segundero.